Por medio del olfato se despiertan muchas emociones. Esto se debe a que las terminaciones olfativas están directamente conectadas con el cerebro. En concreto, las partículas que conforman un olor generan unos impulsos que recorren el sistema límbico. Esta reacción provoca cambios en las emociones y puede activar recuerdos de muchos años atrás. Este hecho puede aprovecharse para aumentar ventas y fidelizar clientes. De ahí surge el marketing olfativo, un tipo de estrategia comercial que ayuda a lograr los objetivos comentados.
Algunas empresas de fragancias son conocedoras del impacto que tienen los olores en los compradores. La colonia fresca nos recuerda nuestra infancia, el inconfundible olor de las librerías nos cautiva y la fragancia que desprende una panadería nos abre el apetito. Estos olores surgen de manera natural, pero hay infinidad de negocios, como oficinas, tiendas de ropa o gimnasios, que no tienen un olor particular. En estos casos es necesario que se utilice algún tipo de perfume, pero no sólo para disimular malos olores.
Que un negocio huela bien gracias a un perfume corporativo puede decantar a un cliente para que escoja entre el nuestro o el de la competencia. Pero si además, el olor resulta sumamente agradable para el público, es posible que esté dispuesto incluso a comprar más sin tan siquiera darse cuenta.
Tal vez no tengamos hambre pero un aroma dulce, por ejemplo a vainilla, puede hacer que tengamos unas ganas irracionales de comer un pastel. Lo mismo puede ocurrir con el café, el limón, la menta…
Pero el asunto va mucho más allá. Además de abrir el apetito, estos mismos olores pueden activar otras áreas congnitivas del cerebro que impulsan al cliente a comprar nuestro producto.
Este sector del cerebro se ve activado cuando se perciben ciertos olores. El razonamiento irracional hace que estos recuerdos florezcan y nos impulsan a detenernos, a girarnos y a prestar más de la acostumbrada atención a un producto o espacio. Esto es clave si queremos llamar la atención y atraer clientes, que primero se dejarán llevar por el olor y después se sentirán atraídos por el artículo.
Por ejemplo, si vamos caminando por una calle y pasamos por un local del que sale un delicioso aroma a flores frescas es muy posible que nos paremos y, como mínimo, que miremos el escaparate, aunque el comercio sea de ropa. El aroma habrá logrado su objetivo.
Los olores también evocan emociones. Que haya un olor agradable en un espacio, puede ayudar a disminuir el estrés o a estar más alegres, y quién puede resistirse a estar en un lugar así. Hasta tal grado llega la influencia en las emociones, que puede generar confianza o una sensación de amplitud en espacios cerrados. Tiendas de muebles, inmobiliarias, oficinas o locales de ocio pueden aprovecharse de esta sensación.
Algunos negocios que se dedican al marketing olfativo para empresas saben que si estamos mirando salones en una tienda de muebles, nos vamos a sentir más atraídos por un conjunto expuesto en el que huela a café o chocolate. Este olor a hogar nos hará sentir como en casa. El mismo poder pueden tener estos aromas en una casa que visitamos con una inmobiliaria o en una oficina.
Otros locales basan su negocio en que las personas pasen mucho tiempo en el interior. Saben que cuanto más estemos, más compraremos o consumiremos, por eso utilizan aromas que nos hagan sentir en casa.
Aunque hemos mencionado algunos, existe una variedad de olores que se pueden aplicar en cada caso para atraer a un público en concreto. Estos son algunos de los más comunes:
En resumen, el marketing olfativo bien aplicado puede marcar la diferencia entre un negocio que genera confianza, que atrae y que se recuerda, y otro que no.