Cuando hablamos de personalidad, generalmente nos referimos a los rasgos que conforman a una persona: su manera de ser, de actuar y de pensar. Sin embargo, la personalidad también se puede aplicar a una marca. Es más, toda marca debería desarrollar su propia personalidad. Tal y como pasa con las personas, el carácter de una marca, junto a sus valores y su misión, hace que conectemos con ella y la admiremos. Es lo que la hace única y valiosa.
Por ello, la personalidad de marca resulta imprescindible para que su comunicación sea eficaz y para que conecte verdaderamente con su público objetivo.
Cuando desarrollamos la personalidad de una marca, le estamos otorgando la capacidad de relacionarse con su público como si fuera una persona. Le damos una estructura interna sobre la que se expresa, con todas sus complejidades y matices, en sintonía con lo que la marca representa.
A diferencia de lo que ocurre con las personas, cuya personalidad viene influenciada en gran parte por el entorno y la genética, en la personalidad de marca no hay estas limitaciones. Una marca puede desarrollar su propia personalidad desde cero, basándose en lo que realmente quiere transmitir y expresando eso que verdaderamente quiere ser. La personalidad de marca nace de un análisis exhaustivo de su esencia, sus valores y su público.
Una vez se han listado todas las características y valores, se deben ordenar y estructurar, dándole más peso a unos que a otros. Se trata, pues, de enfatizar los aspectos que la marca desea expresar especialmente, y dejar en un plano secundario, pero también presente, aquellos que matizan y distinguen su comunicación.
Así se moldea la personalidad de marca y, en base a esta estructura, se desarrolla toda la comunicación: la voz, el tono y el estilo de la marca.
Cuando la marca ya tiene desarrollada su personalidad, debe cuidar cada detalle para que transmita esa personalidad en todo lo que comunica. No sólo los mensajes escritos y visuales son importantes, también lo es el ambiente de su local, la música y, por supuesto, el aroma.
Es entonces cuando hablamos de odotipo, es decir, una fragancia estable y única que identifica a la marca, que va en consonancia con su personalidad y que permite a los clientes reconocerla.
Y es que, igual que las personas tenemos un aroma característico, las marcas también lo requieren. El aroma conecta directamente con las emociones de las personas, y por ello consigue llevar el mensaje de la marca a un plano más profundo.
De manera similar a cómo se ha desarrollado la personalidad de la marca, ésta deberá preguntarse qué aroma tendrían todas estas características y qué fragancias conectan con esas virtudes y valores.
Para realizar correctamente este análisis y crear un odotipo que no solo respete la personalidad de la marca, sino que la potencie, es imprescindible contar con profesionales del marketing olfativo para que desarrollen el perfume corporativo de la marca.
La información sensorial que aporta el odotipo impacta de forma directa en el imaginario de los clientes, los sumerge en el estado emocional que la marca desea transmitir y les permite relacionar, de forma distinguible y única, ese aroma con la marca.
De hecho, esto mismo nos ocurre cuando reconocemos a algún familiar o amigo cercano por su fragancia habitual. Al sentir su aroma, inmediatamente conectamos con esa persona y revivimos sentimientos que están íntimamente vinculados a ella.
Eso es lo que se consigue con el odotipo. La fragancia de la marca recoge todos sus valores y los transmite en forma de sensaciones. Dice mucho de su estilo y su filosofía, y contribuye en gran medida a crear un buen engagement con el público al que se dirige.
En Aromas Fenpal somos expertos en crear aromas que expresen la personalidad de tu marca. Contáctanos y te ayudaremos.