Desde niños conocemos el poder del marketing olfativo. Cuántas veces no habremos dicho eso de “el café huele mejor que sabe” . Las compañías ya lo sabían y por eso incluían una burbujita por la que, apretando el paquete, salía el dulce olor del café tostado. Esto demuestra la gran importancia del olor en las ventas. Pero, ¿hasta dónde se remonta la historia del marketing olfativo?
Las estrategias orientadas a la comercialización de productos es tan antigua como el mismo comercio. Desde el principio de los tiempos se han dado a oler un sinfín de productos para crear una necesidad irresistible de comprarlo en el cliente. Sin embargo, es ahora cuando han surgido las empresas especializadas en sacar el máximo provecho de este recurso para vender más.
Algunos productos cosméticos tienen un olor característico desde hace décadas, al igual que ocurre con juguetes, bebidas y alimentos. ¿Recuerdas el olor de la colonia que utilizaba tu mamá cuándo te preparaba para salir de casa? ¿Compras el jabón porque el olor te agrada o te trae buenos recuerdos? ¿Te acuerdas del característico olor a fresa de una marca de muñecas? Son solo algunos ejemplos de marcas que se valían del aroma para potenciar sus ventas.
Algunas compañías también buscan un perfume agradable para camuflar el olor verdadero. Un ejemplo son los productos de limpieza. Aunque todos cumplen su función desinfectante, los que más se venden son los que dejan un agradable olor a limpio. Es decir, son limpiadores y al mismo tiempo ambientadores.
En algunos negocios de alimentación se utiliza el olor a café, el aroma a chocolate o la fragancia de la vainilla para atraer clientes. Este aroma puede despertar el hambre y conseguir que se nos antoje un producto que tan siquiera tiene un sabor parecido al olor que percibimos.
Nada de esto es nuevo. Muchas empresas han utilizado durante décadas el olor para atraer y fidelizar clientes. Incluso se han utilizado en productos tan inusuales como discos. En el año 1989 se lanzaba al mercado el primer disco con aroma a incienso. El resultado fue un récord en ventas, no parece una casualidad.
El marketing olfativo que conocemos hoy en día es muy diferente al que se utilizaba hace décadas. Antes se sabía que el olor influía en las compras de los clientes, pero no se tenían los conocimientos que hoy se tienen sobre el asunto. Lo único que se conocía es que algo que olía bien se vendía mejor.
Hoy se sabe que los olores tienen una estrecha relación con la memoria y con los sentimientos. En los años 70 se comenzó a investigar la relación entre el olor y la memoria. El sueco Trigg Engen realizó un estudio en el que exponía a varias personas a una serie de fotografías y de olores. Aquello que se había memorizado por medio de la vista se comenzaba a olvidar a los 4 meses. Todo lo que se había memorizado por el olfato se recordaba perfectamente pasado ese tiempo.
Este estudio y los sucesivos fueron demostrando lo que hoy en día las agencias de marketing sensorial ya saben. Hay una relación estrecha entre los olores, la memoria y los sentimientos. La razón es que una vez que se detecta el olor, las terminaciones nerviosas de la nariz envían impulsos eléctricos al bulbo olfativo. Aquí se le da forma al olor percibido y se pasa por el sistema límbico, el mismo lugar en el que se gestionan los recuerdos y los sentimientos, por eso se recuerda lo que se huele y mueve sentimientos, como bien saben los expertos en marketing olfativo.